
El fútbol se ha transformado no sólo en un fenómeno deportivo de grandes alcances, sino que también genera consecuencias políticas, económicas, sociales y hasta internacionales.
Comenzando por la Argentina, el kirchnerismo inició la reconstrucción de su poder tras la dura derrota electoral del 28 de junio, con la anulación del contrato para televisar el fútbol, entre la AFA y el Grupo Clarín. Fue la primera demostración de poder político, a partir de la cual el oficialismo avanzó con la prórroga de las retenciones, la aprobación de la polémica ley de medios y la sanción del presupuesto 2010.
En el plano internacional, en los últimos días, ha tenido lugar un hecho relevante: Turquía y Armenia reanudaron relaciones diplomáticas, rotas durante más de setenta años, a raíz del genocidio contra los armenios perpetrado en época de a Primera Guerra Mundial. Los dos presidentes subrayaron la importancia del acontecimiento y presidieron en conjunto un partido de fútbol entre las dos selecciones, como forma de llevar a nivel popular una reconciliación que no resulta fácil para estos pueblos.
El fútbol y en particular los partidos que juega la selección nacional, especialmente cuando se trata del Mundial o las eliminatorias, se transforma en un momento en el cual el deporte es el ámbito en el que se canaliza el nacionalismo, al igual que la cultura, cuando la globalización lo ha debilitado en lo político y económico.
Es así como el gobierno de facto de Honduras ha celebrado que el país se haya clasificado para el Mundial, algo muy importante para un pequeño país centroamericano, en momentos de fuerte aislamiento internacional. Cabe recordar que hace casi cuarenta años, un partido de fútbol entre dos selecciones centroamericanas, fue el detonante de una breve guerra entre dos países.
Es tal la significación nacional de los partidos de la selección, que en España el gobierno ha negado a vascos y catalanes la posibilidad de tener una propia, como la tienen los escoceses y galeses en el Reino Unido y en el último Mundial, cuando Montenegro se independizó de Serbia en los Balcanes, se hizo efectiva con la sola excepción de la selección, razón por la cual los dos jugadores montenegrinos que la integraban siguieron jugando pese a la independencia reciente.
Este fenómeno se potencia aún más en países que han ganado mundiales desde que estos se realizan, un objetivo que sólo siete naciones han logrado. Cuatro de Europa (Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido) y tres de América latina (Brasil, Uruguay y la Argentina).
Todo esto explica, la importancia de la actuación de la selección nacional en el caso de nuestro país.
La significación del fútbol es tal que se le apliquen métodos de la sociología política, como las encuestas. Cuando se discutía la designación del director técnico, sus resultados mostraban que la opinión pública se inclinaba por Bianchi y no por Maradona.
Las razones de esta definición, de acuerdo con los sondeos cualitativos, era que la gente más allá de su popularidad, consideraba que era mejor una persona más equilibrada y más profesional para esta función.
Lo paradójico es que la dirigencia de la AFA, pese a la opinión de la mayoría, optó por Maradona, cuyo desempeño profesional ha mostrado fuertes limitaciones y sus declaraciones tras el triunfo sobre Uruguay, una grave falta de equilibrio. La Argentina mantiene hoy en el fútbol el reconocimiento que ha perdido en el volumen de su economía y el prestigio político que tuvo en el pasado. Por esta razón, estas desafortunadas declaraciones, proyectan una imagen muy negativa del país.
Es decir que la opinión de la gente común resultó más sabia y previsora que la decisión adoptada por la dirigencia del sector, que designó a Maradona, aunque ello no fuera popular.
Esta discordancia entre las decisiones de la dirigencia y la opinión de la gente se ha tornado en algo muy común en los últimos tiempos, sobre todo después del 28 de junio, cuando la gente votó definidamente por un cambio y sin embargo quienes gobiernan se empeñan en adoptar decisiones contra ello.
La Argentina tiene en el fútbol, lo mismo que en las demás áreas: un gran capital humano, pero al mismo tiempo una irrefrenable tendencia a no usarlo bien.
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